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Mesa para uno: Adiós a Sir Winston Churchill’s

Cierra las puertas uno de los templos más famosos de la cocina de Reino Unido en América.

Por Claudio Poblete

Sin duda la pandemia de la nueva cepa de Coronavirus, conocida como COVID19, ha causado estragos en todos los ámbitos del desarrollo humano. Uno de los más afectados es el de la industria de la hospitalidad, en especial la restaurantería, que ha visto millones de negocios en todo el mundo reducirse a cero. En nuestro país no es la excepción, y por eso es que la reciente noticia del fin de uno de sus más emblemáticos restaurantes ha resonado fuerte en el ánimo del medio gastronómico nacional. Estamos hablando del cierre definitivo del restaurante Sir Winston Churchill’s, ubicado en una emblemática casa estilo Tudor en la zona de Polanco, el cual fue fundado hace 48 años por la pareja formada por Rey Fernández y Jane Pearson —ella de origen inglés.

Así lo confirmó en entrevista exclusiva para Culinaria Mexicana Pearson, quien hace algunos días enfrentó la dolorosa partida de su amado esposo Rey Fernández, con quien estuvo unida en matrimonio durante cincuenta años y con quien fundó, en 1972, uno de los únicos restaurantes de cocina de Reino Unido en México y de los poquísimos en toda América.

“La muerte de Rey la semana pasada es una pérdida enorme, después de 50 años de felicidad juntos. En la familia tomamos la muy dolorosa decisión de cerrar nuestras puertas, pues es imposible dirigir y operar un establecimiento sin clientes; sin ninguna certeza de una fecha de apertura; pues, mientras todo esto sucede, los gastos se continúan acumulando.

“Espero que estemos solos en esta decisión; sin embargo, la visión de futuro para que los restaurantes puedan regresar a su antigua gloria se ve sombría”, enfatizó Jane a esta casa editorial.

Filete Wellington de Sir Winston Churchill’s. (Foto: Claudio Poblete).

Un clásico irrepetible

Las glorias del Churchill’s, como cariñosamente le llamaban sus parroquianos al feudo, se han contado por generaciones. Favorito de sibaritas, pero también de políticos y de la comunidad intelectual del país, el restaurante era de los pocos que mantenía el servicio de guante blanco entre sus siempre impolutos anfitriones. A la par, ofrecía uno de los más románticos ambientes para las miles de pedidas de mano que se llevaron a cabo en sus mesas, dispuestas alrededor del piano central que, por las tardes y noches, amenizaba el ambiente inigualable de aquellos salones forrados de tapicerías y cortinajes a la más pura usanza de la realeza británica.

Otro de los grandes atractivos del lugar era el servicio personalizado de Jane y sus hijas, siempre pendientes de que nada faltara a los comensales. El Churchill’s fue centro de reunión de la comunidad británica en México; eran memorables los festejos que hacían entre cofradías, como la de “San Andrés”, la cual cada noviembre celebraba al patrono de Escocia con un festín que siempre incluía el mítico Haggis, un guiso preparado con las asaduras de cordero u oveja (pulmón, estómago, hígado y corazón), mezcladas con hierbas y especias de todo tipo y cocinadas al interior de la bolsa natural del estómago del animal.

La terraza invitaba a la sobremesa. (Foto: Sir Winston Churchill’s)

Identidad desde la entrada

Hablar de un restaurante que ofrecía toda una experiencia al comensal, era hablar del Churchill’s, ya que en la entrada del lugar la memorabilia en su recibidor era digna de hacer un alto antes de entrar al salón principal: fotografías de la realeza británica con motivos de las ocasiones especiales para la Reina Elizabeth II; coronaciones, cumpleaños, la vista a México de su majestad en los años setenta, pero también el orgullo de los grandes músicos y bandas que Reino Unido ha legado para la humanidad; todo se amalgamaba en una serie de vitrinas, donde también se encontraban las distinciones del Churchill’s por su trabajo en la restaurantería mexicana: los cincos diamantes, el Dirona (Distinguished Restaurants of North America), el premio a la Excelencia Universal; varios diplomas de la CANIRAC y de la AMR; la distinción MB de Marco Beteta y en los últimos seis años, desde su fundación, las placas que otorgamos en la Guía México Gastronómico Los 120 Restaurantes Culinaria Mexicana, S. Pellegrino, Nespresso.

Son inolvidables en el lugar el Roast Prime Rib of Beef, acompañado con la tradicional Yorkshire Pudding, y el Filete Wellington con salsa de Morillas Silvestres —el mejor de todo el país. Otros clásicos eran la sopa de Cola de Res; además de la rica variedad de postres hechos en casa, entre ellos el Trifle de Jerez. Mucho extrañaremos la ceremonia del terminado en mesa de algunos de sus platos, como la carne tártara, la ensalada Caesar; el Café Irlandés y las espectaculares Crèpes Suzettes.

Los martinis del Sir Winston eran de los mejores de la ciudad. (Foto: Claudio Poblete).

Instantes que perdurarán

Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que pisé el restaurante: sería 1988 y yo estaría a punto de cumplir 10 años de edad. Mi padre, que era un fiel amante de los restaurantes, me dijo un día antes de la reservación, que al otro día debía ponerme un saco y corbata, pues me llevaría a uno de sus lugares favoritos, donde sostenía periódicamente reuniones con integrantes del sector de la hospitalidad en el país. Siempre lo oía decir que era un gran lugar por la calidad del servicio y por su maravilloso salón fumador —le gustaba fumar puro y de vez en cuando la muy de moda pipa.

Así que, llegada la hora de nuestra reserva y bien ataviados para la ocasión, llegamos a la recepción del lugar, donde nos recibió un elegante valet parking, el cual tenía como marco un automóvil directamente traído de Inglaterra. Recuerdo que fue toda una experiencia dar una vuelta por sus amplios jardines, llenos de rincones especiales en los cuales los comensales podían organizar cenas a la luz de las velas, como ellos mismos lo apuntaban en su página de internet: “Sir Winston Churchill’s es un verdadero oasis en la Ciudad de México”.

Con los años seguí la tradición de asistir como comensal en ocasiones especiales. Así lo hice con mi familia, y también por mi trabajo como reportero de gastronomía del diario Reforma; lo hice solo un par de ocasiones, en las que el antojo del filete Wellington me hacía desear la soledad de la mesa y la copa de vino tinto para apreciar en total silencio la maravilla de su cocina y la magia de su ambiente. Siempre mantendré en mi corazón las primeras citas en el Churchill’s, con la que hoy es mi esposa. Tuve la suerte de compartir la mesa con queridos amigos y colegas del medio gastronómico, y hace un par de meses con mi suegra, que estuvo de cumpleaños y que justo soñaba con repetir la experiencia este año en el mismo lugar. Deseo de todo corazón que la partida de Rey Fernández y esta pandemia que nos está cambiando la vida no borre la huella de lo maravilloso que fue este gran sitio de nuestra querida y gran ciudad.
Hasta siempre, Sir Winston.

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